Floppy Boy. Un jovencito Bill Gates carga en la mano unos diskettes de la marca Microsoft. Es el año 1985.

Antes de la nube y las memorias portátiles, los mortales almacenábamos nuestra información más valiosa en estas unidades de plástico, que apenas podían soportar el tamaño de una foto. 

Por: Marcos Chumpitaz

En el principio, fue el diskette. A inicios de los años noventa, con el albor de la computación personal, esta palabrita resonaba fuerte en los colegios limeños, junto a otros anglicismos como DOS, PrintMaster o Command-Alt.   

Su nombre se asemejaba mucho a la palabra “cassette”, la popular cinta magnética que muchos usamos para grabar y reproducir música. El diskette o Floppy Disk tenía casi la misma función. Solo que en vez de grabar y reproducir música, lo que hacía era almacenar datos informáticos. 

Su nacimiento data de 1969. IBM inventa la tecnología de la mano del ingeniero Alan Shugart. El prototipo inicial de 8 pulgadas (y de solo lectura) fue usado por la empresa para cargar ciertos códigos de sus computadoras centrales. Con el tiempo, salieron los diskettes portátiles que podían almacenar una limitadísima cantidad de datos, algo que hoy sonaría risible. Por ejemplo, el diskette Memorex 650 de 1972 tenía una increíble capacidad de ¡150 KB! 

Ya en 1978 se produjeron los clásicos diskettes 5 ¼ DS, DD con capacidad de 360 KB y en los años 80 salieron los modelos QD con memorias de 500 KB a un mega, suficiente para cargar algún videojuego o programa.  

Discos de alta densidad 

Los noventas fueron los tiempos del diskette 3 ½  o de “alta densidad”, de un tamaño más pequeño y mayor capacidad. Bueno en realidad, no tanto. Los modelos más clásicos podían guardar un máximo de 1.44 MB, es decir apenas se podían guardar unas fotos (en baja resolución) y unos documentos de Word. Videos, imposible. 

Había marcas de todo tipo. Desde las clásicas Maxell o 3M Imation, hasta las menos populares Verbatim, Tandy, Opus, Dysan o Fullmark.

El resto ya es historia. Tras el diskette vino el CD-ROM, con capacidades de hasta 900 megabytes. Luego se inventaron las memorias USB, el disco duro portátil, la memoria SD y de ahí las microSD, que se volvieron populares con el uso de smartphones, hasta llegar a la era moderna, dominada por la nube o cloud, cuyas capacidades son siderales, dignas de un cuento de Julio Verne.    

Para todos los usos

A pesar de ser hoy un objeto viejo y anticuado, lo cierto es que el diskette marcó toda una época. Su popularidad llegó incluso a los videojuegos. De hecho, Nintendo fabricó en 1986 una consola llamada Famicom Disk System, que usaba un formato de diskette parecido al de 3 ½. Incluso, había cámaras fotográficas que grababan las imágenes en este formato.

Tan necesarios se hicieron estos objetos, que en los noventa fue muy común el uso de porta diskettes, unas cajas largas de plástico donde universitarios, ejecutivos y oficinistas podían guardar y organizar sus documentos de Word, archivos de Excel o fotos de poca resolución.  

Alucinante. Una Nintendo Famicom con lectora de diskette. Solo se vendieron en Japón. 

¿Todavía se usan? 

Aunque no lo creas, existen empresas que siguen vendiendo estas unidades plásticas. El empresario Tom Persky, fundador de floppydisk.com ha hecho una pequeña fortuna atesorando y revendiendo estos productos. Una caja de diez diskettes Verbatim puede comercializarse hasta por 60 dólares. 

¿Quiénes son sus clientes? Se lo compran, además de artistas y aficionados, una gran cantidad de empresas de aviación y de medicina que trabajan todavía con máquinas viejas, cuyos sistemas aún requieren de diskettes. 

Inclusive, hasta el año pasado, muchos procedimientos gubernamentales en Japón requerían el uso de discos Floopy y dispositivos de almacenamiento similares. Se estima que unos 1.900 procedimientos para presentar solicitudes y otros formularios necesitan todavía de esta tecnología, pese a que la venta de los mismos se interrumpió en este país el 2011. 

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